Piero Lavazza, el mito de los Fiat 500 preparados

Giorgio Stirano, Director deportivo de Osella Squadra Corse en la época en la que Osella participaba en la Fórmula 2, tuvo en su mano el desarrollo y realización del proyecto de la Osella FA2. Este Osella le permitió a Eddie Cheever ganar en los circuitos de Silvestone, Pau y Zandvoort., y gracias a estos triunfos Vincenzo Osella se decidió a pasar a la Fórmula Uno, proyecto que lideró como Ingeniero también Giorgio Stirano. pero hoy no hablamos de él, sino de sus muchos recuerdos que ha compartido y que yo transmito. Hablamos hoy de Piero Lavazza.
Un hombre que se hizo a sí mismo, con humildad y con determinación.
La mayor parte de los técnicos que desarrollan un coche de competición llevan un bagaje de estudios superiores. Piero había comenzado su actividad compitiendo en las carreras, era un buen piloto, pero su verdadera pasión era la de ensuciarse las manos y se había formado entre los boxes, su mayor pasión inicial era el aeromodelismo a la que había dedicado su juventud. Como en aquella época, hablamos de los años 50, no podía vivir ni de los coches ni del aeromodelismo, utilizó su título de contable para trabajar como funcionario bancario. Diez años dedicó a esta digamos fachada profesional. Por la noche al llegar a su casa en su villa de Rivalta, se dedicaba a desmontar y montar motores en su garaje. Y sobretodo comenzó de nuevo a pilotar.
Nace así poco a poco el mito Lavazza, el de las Fiat 500 preparadas. Un nombre muy conocido en Turín, ciudad en la que sus tíos y primos habían desarrollado una fuerte actividad en el sector del café, hasta crear una empresa mundialmente conocida.
Piero en cambio desde 1968 se dedica full time a la preparación de motores. Se convierte en el mago de las pequeñas 500. En 1977 tuvo la intuición genial, viendo los Tyrrell F1 que llevaban 4 ruedas directrices de 10 pulgadas. Se decidió y las montó en la Fiat 500. Desde ese momento estos coches tomaron la forma de unos aletas cubre ruedas muy exagerados y con un extraordinario incremento de prestaciones en su paso por curva. Es un mínimo ejemplo de la creatividad de Piero. Y era también un puntilloso cabezón que, cuando no entendía algo, lo estudiaba. Y era tal su curiosidad que nunca dejó de estudiar. Pasó su vida entre los árboles de leva de esos motores preparados en su taller de Picchi di Cherasco, con la ayuda inestimable de su compañera Laura. Con él acaba una estirpe de preparadores  como Conrero y Borsato.

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