Mi Foto Favorita; Javier Escobar
Segumos con la sección de mi foto favorita. ya sabis que consiste en publicar la foto favorita de algunos Racing gangs y su historia correspondiente.
Hoy toca Javier Escobar, racing Gang, Piloto de varios campeonatos como el CER, RACE y VdeV. Nos manda una secuencia de fotos y una historia, que es una conversacion realmete cojonuda!
Gracias Javi!
Lee despues del Salto la historia:
Hoy toca Javier Escobar, racing Gang, Piloto de varios campeonatos como el CER, RACE y VdeV. Nos manda una secuencia de fotos y una historia, que es una conversacion realmete cojonuda!
Gracias Javi!
Lee despues del Salto la historia:
Después de ir a 4 ó 5 (ó 6) track days de la Escuela Española de
Pilotos con mi coche de calle (un BMW 330i fantástico, 4 puertas con su sillita
de bebé y su “Papá no corras”), Javi Morcillo me aconsejó: cómprate un coche
para circuito o acabarás destrozando el tuyo. A continuación me aclaró que se
refería a que el estrés al que sometes a un coche de calle en circuito es
excesivo: terminaría por cargarme frenos, suspensiones, etc; por supuesto no
quería decir que me fuese a estrellar contra algo más pronto que tarde. Me
recomendó también que intentase buscar un coche “como Dios manda”, con tracción
trasera, no un Clio o un León de esos que tanto abundaban por entonces en el
mercado de segunda mano. Como es una persona en la que, y no sólo para esto de
los coches, admiro y tengo muy en cuenta a la hora de tomar determinadas
decisiones, me compré un Clio de la Copa (de las antiguos). El caso es que para
mi presupuesto inicial y los gastos de mantenimiento era lo que mejor se
ajustaba. Un Clio amarillo que había corrido alguna temporada en la Copa, al
que decidimos rebautizar como Piolín. Al ser mi primer coche de carreras, le
tengo especial cariño. Y la historia de las fotos:
Pues bien, después de estrenarme en competición en las 24 horas de
Dubai (y esa es otra historia) con otro Clio de los nuevos, decidí apuntarme al
CER con Piolín. Era la segunda parte de la temporada, después de verano, cuando
fuimos a la carrera de Montmeló. Es un circuito que, por alguna razón, nunca se
me ha dado bien. El caso es que, por motivos de los que ahora no me acuerdo,
Eugenio (mi compañero) y yo, no pudimos rodar demasiado en los libres. Así que
salí yo primero a los cronometrados (Eugenio tenía la manía por entonces de
aparcar los coches demasiado cerca de las protecciones, por lo que procuraba
rodar antes que él), con cierta prisa por hacer vuelta para dejarle tiempo a mi
compañero (como he dicho, Eugenio saliendo con prisa por entonces tenía cierto
peligro). Esperé en pit lane a que se encendiera el semáforo, y salí de los
primeros. Recuerdo que dejé pasar en la vuelta de calentamiento a algún piloto
de los rápidos (creo que Dani Carretero no estaba, así que tuve que conformarme
con lo que había por allí) con idea de dar una vuelta detrás. El caso es que el
tipo al que me pegué se puso a apretar a saco nada más pasar por meta (también
debía de tener prisa) y yo decidí seguirle. Mi gran experiencia me había
ayudado a hacer un magnífico calentamiento de neumáticos traseros en la vuelta
previa. Era por la mañana relativamente temprano y ya finales de Octubre: la
pista estaba fría y creo recordar que algo húmeda (aunque en las fotos no se
aprecia). El caso es que además debía de haber aceite en la pista, porque
cuando llegué a la tercera curva (la larga parabólica de derechas), rodando a
un palmo del paragolpes trasero de mi liebre particular, sexta a fondo buscando
el vértice, inexplicablemente perdí la trasera del coche. Mi natural pericia me
ayudó a controlar el derrapaje (como se puede observar perfectamente en las
fotos) sin problemas, aunque la incercia me sacó de pista y, oh cielos, me
llevó hasta la escapatoria de grava, en la que entré de lado. Se clavaron las
ruedas en la tierra, volqué y empecé a rodar como una croqueta. No podía creer
lo que me estaba pasando. Después de pararse el coche, boca abajo por supuesto,
con mi sosiego habitual acerté a pulsar el botón de radio, y la conversación
que mantuve fue algo así como:
-
Yo: “Efi, estoy boca abajo”
-
Efi: “Vale, apaga el motor”
-
Yo: “Efi, cojones, que te digo que estoy boca abajo”
-
Efi: “Vale, oído, apaga el motor”
-
Yo: “MecagoentodaslasputasdeCafarnaún que te digo
que estoy boca abajo, qué coño hago ahora”
-
Efi: “Apagar el motor”
-
…
-
Yo: “Vale, ya lo he apagado”
-
Efi: “Vale ¿estás bien?”
-
Yo: (entre sollozos) “Sí, sí, creo que sí, pero ¿qué
hago?”
En esos momentos me debatía entre si soltar los arneses o no. En la
tele la peña se los suelta como si nada y sale del coche gateando por la
ventanilla, pero yo por entonces debía pesar 100 kilos y tenía la agilidad de
un elefante, por lo que calculaba que las probabilidades de partirme el cuello
contra el techo del puto Clio eran bastante altas (de hecho en la última foto
se me puede ver con las manos en el techo buscando la forma de soltarme).
Afortunadamente, mientras calculaba qué hueso me importaba menos
romperme, los comisarios llegaron y amablemente dieron la vuelta al coche,
terminando de destrozar el espejo sano que había quedado.
El coche andaba perfectamente, así que volví a boxes por el circuito.
Cambiamos la luna delantera (en un Carglass) y buscamos espejos exteriores
en varios sitios (FeuVert, la propia Renault, …). Habían sido los únicos daños
del coche. Al final pudimos salir a carrera, aunque al no haber marcado vuelta
salimos desde atrás pero, como dicen las crónicas de entonces, protagonizamos
una gran remontada.
Efi me explicó que al volcar es importante apagar el motor porque se
puede salir todo el aceite y griparse el motor. O algo así.
Una vez más los coches que parecen más inofensivos se muestran los más peligrosos, como decimos por aquí: "si es que los D1 son muy peligrosos!!" (por ser el nombre de la categoría más "pequeña" del CER hace unos años).
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